CORONAVIRUS

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Por ahora no sabemos mucho. Sólo sabemos que estamos ante un quiebre. 

Lo sabemos porque nuestra vida cotidiana ha sido alterada radicalmente, haciendo que la continuidad de nuestra historia -la de cualquiera, la de cada uno- se tropiece. De este impasse es que aparecen los síntomas, tan variados como diversos son los humanos; cada cuerpo es un mundo.

Pareciera que nos volvemos miopes, incapaces de ver a mediano y largo plazo. No es que ya no veamos de lejos, es que la inminencia del obstáculo ocupa todo el campo. Es minúsculo pero inmenso, está localizado pero es global, tiene un nombre pero es imposible de ser representado en la inmensa magnitud de su impacto. Nos encontramos frente a un abismo.

Comprender

Es un abismo. Lo sabemos por el despliegue multicolor de nuestras reacciones: los verdaderamente miopes (“esto no es sino una gripe”), los que intentan evadir la mirada (“medita, haz cursos en línea, aprende un idioma…”) y los que se apresuran a llenar el vacío con lo que mejor pueden (inserte aquí cualquiera de las conspiraciones sobre el COVID-19).

La gente necesita inventarse una teoría o un modelo de los que sucede porque no soporta el bache y, quizás mas relevante en este momento donde controlar y predecir a través de la ciencia se ha vuelto un dogma, porque esa nada de palabras que erosiona nuestros cuerpos no se detiene. Es cosa sabida que, ante cualquier incertidumbre, una ficción desatinada siempre provee un alivio momentáneo.

Así, pese a estar lejos a ser la peor pandemia en la historia de la humanidad, es muy probable que el evento se convierta en un hito en el despliegue de esa historia (tan seguro como lo será en la vida de cada uno de nosotros).

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De esa prisa por decir algo surge un montón de contenido hueco, el cual incluye muchos números y gráficos. Debajo de ese ruido, lo que encontramos es un silencio atronador, impenetrable. Ante eso, y a la par de todas las medidas de supervivencia que puedan tomarse en nivel individual y lo colectivo, solo cabe detenerse.

Ahora que la tierra se ha calmado, que gira sin tanta agitación, emerge una posibilidad, pues es desde el silencio que el vacío se vuelve fértil. Podemos permitirnos merodear los espacios de la tradición y de la innovación, sopesando lo viejo y abriéndonos a lo nuevo, extrayendo de esa nada palabras que puedan enlazarse con otras hasta formar una nueva idea, un modo de hacer algo con eso que nos ha quebrado.

Concluir

Y pese a que algunos salten de inmediato a certificar que este ese el fin del capitalismo, o el salto cuántico que nos llevará a un nivel de conciencia superior (¿acaso no escuchamos lo mismo cada vez que una crisis aparece?), lo cierto es que aún es muy pronto para vislumbrar qué cambiará cuando se controle la pandemia, cuáles serán sus efectos como rearticulación de nuestra historia, la de cualquiera, la de cada uno de nosotros.

Se concluye paso a paso, manteniendo la vista siempre hacia el horizonte.

EL FREUD DE NETFLIX

Tengo entendido que muchos psicoanalistas han reaccionado negativamente a la idea de una serie donde un joven Sigmund Freud resuelve casos de asesinatos y desapariciones con la ayuda de una médium. Este rechazo parece justificado; es decir, ¿quién podría, en su sano juicio, estar de acuerdo con semejante distorsión histórica y con la absurda tergiversación de los méritos del Sigmund Freud de carne y hueso?

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Sin embargo, la justificación no se sostiene más allá de ser una reacción, yo diría que visceral, ante la sola idea de la serie. No puede haber critica de la serie si no se la ha visto porque se le rechaza de antemano. Lo que se diga desde ese lugar sería un pre-juicio. Eso, un prejuicio.

Confieso que tuve la misma reacción inicial, hasta que decidí saltar este dique psíquico y ver el primer capítulo. De éste me llamó la atención el uso de los hechos históricos para crear la ficción presentada.

El resultado de mi experiencia es que ahora quisiera, para aquellos interesados, distinguir ese límite que separa realidad – lo que sabemos de la vida de Freud-, de la historia que narra la serie de Netflix. Para hacerlo mas sucinto, agrupo mis comentarios alrededor de los principales temas que identifiqué.

Hipnosis

La serie abre con un Freud de 30 años, en 1886, entrenando a su empleada doméstica para que se haga pasar por una paciente hipnotizada. Al día siguiente el doctor espera impresionar a los grandes de la medicina vienesa… ¡con una demostración fraudulenta!

Demasiada ficción y, quizás, la condensación de dos eventos puntuales para crear la historia presentada. El primero, la entrega del informe que Freud escribió al regresar a Viena, luego de estudiar con Charcot en París. Eso sería lo más cercano al asunto de la hipnosis y el encuentro con los profesores de medicina: entregar el reporte de su pasantía. Lo hace el 22 de Abril de 1886 y tres días después abre su consulta privada.

El segundo evento, donde sí hubo polémica, es la presentación de su conferencia sobre la histeria masculina en la Sociedad Imperial y Real de Médicos, frente a las eminencias de la escuela de Viena, el 15 de Octubre del mismo año. Eso sería lo más cercano al tema de la controversia, pero no por no saber usar la hipnosis o no poder demostrar su valor terapéutico, sino porque al público no le pareció meritorio el tema expuesto.

En corto, sí, Freud practicaba la hipnosis, pero la realidad de su uso en psicoterapia no da para crear los efectos dramáticos que la audiencia esperaría. Desmantelar la mistificación de la hipnosis va más allá de lo que pueda escribir acá pero, para la relación entre Freud y la hipnosis recomiendo este libro. Solo resta decir que ya para mediados de la década de 1890 Freud había dejado de usarla.

Antes de pasar al siguiente tema, y para enfatizar el uso de elementos extemporáneos para lograr un efecto dramático, quisiera destacar que en la serie, después de la presentación, la asistente le reporta a Freud que «revivió» esa experiencia que nunca había tenido. Freud concluye que es posible implantar memorias falsas. Se va a requerir de mas de un siglo para que surja el primer estudio formal sobre el tema, a raíz de la epidemia estadounidense de «memorias reprimidas pero recuperadas», donde adultos creían haber descubierto que habían sido objeto de abusos sexuales y rituales satánicos durante la infancia. Es decir, el fenómeno de las memorias implantadas es ajeno a Sigmund Freud.

Cocaína

En 1884, Freud se interesó en las propiedades y los efectos de la cocaína. Aislado el alcaloide por primera vez en 1855, para la época era una novedad farmacológica usada como tonificante y explorada como anestésico local.

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Sin embargo, bien pronto se descubriría el poder adictivo de la droga y, eventualmente ésta se haría ilegal. Como referencia, en 1903 se remueve la cocaína como ingrediente de la Coca-Cola, siendo ilegal su uso en los Estados Unidos a partir de 1914.

En resumen, sí, Freud «consumía cocaína», pero el efecto dramático de este hecho proviene de nuestra propia percepción del asunto, la cuál se estructura a partir de la historia reciente del narcotráfico y la «guerra contra las drogas», muy fresca y y bien dramatizada gracias a otras series de Netflix.

Precariedad económica

Al joven Freud se le ve acosado por el casero por estar atrasado con el pago de la renta. En general, sí, Freud empieza su vida adulta apretado económicamente. Por eso opta por abrir una práctica privada, porque su perspectivas como investigador en la universidad, ya con el antisemitismo en ciernes, no auguraban un buen futuro.

Sin embargo, es poco probable que para el momento en el que se ubica la historia Freud estuviese corto de dinero. Saquemos cuentas: el casero le viene a cobrar Octubre, Noviembre y Diciembre, pero Freud abre su consulta el 25 de Abril de 1886  (en el número 7 de Rathausstrasse) y a las pocas semanas ya su sala de espera reboza de pacientes. No, las cuentas no cuadran. Para Otoño de ese año ya se había mudado con Martha (al número 9 de Maria-Theresien Strasse). Todo indica que 1886 fue un buen año para el Freud de carne y hueso, cosa muy distinta a la que muestran en la serie.

En definitiva, han traspuesto el tema de la precariedad económica, de un momento previo de la vida de Freud al comentado, para añadir tensión al personaje.

Correspondencia con Martha

Es bien sabido que Freud y Martha mantuvieron una extensa – e intensa – relación epistolar. Se casarían, finalmente, el 14 de Septiembre de 1886.

En la serie vemos como Freud lee una carta de Martha, quién le cuenta que su mamá se queja de la dificultades económicas de Freud y le prohibe el casamiento. De nuevo, se evidencia la transposición de posibles contenidos previos al momento de los hechos narrados, para ir armando un personaje cuyas vivencias no se corresponden con las que pudiésemos suponer en el verdadero Freud de 1886.

Espiritismo

El espiritismo fue una gran fuerza cultural en Europa. Se le puede entender como una reacción al cientificismo o como una forma de resistencia a los efectos de la industrialización. De manera que sí, las sesiones espiritistas estaban en pleno apogeo para la época, y Freud se interesó por el fenómeno.

Su postura fue ambivalente, pero le interesaban cosas como la precognición o la telepatía. En todo caso, sus trabajos sobre el tema son posteriores al momento en el que se ubica la historia de Netflix, siendo el primero de ellos de 1899. En general, puede decirse que le interesaba explicar la motivación inconsciente para creer en lo irracional.

No hay que darle muchas vueltas al asunto para notar que el espiritismo y lo sobrenatural son un telón de fondo perfecto para crear interés en la serie, aunque en la vida de Freud hayan ocupado un segundo plano.

Aprovechemos este punto para indicar lo obvio, que Freud nunca se asoció con una médium o se ocupó de resolver asesinatos. Retomando lo de la dramatización, resulta interesante notar que a la médium, Fleur Salomé, le hayan puesto el mismo apellido de Lou Andreas-Salomé, la psicoanalista de origen ruso que, mucho después y por 25 años, fuese amiga, discípula y confidente de Freud.

Más allá de este punto en común – el apellido -, no creo que haya otra cosa que merezca ser comentada.

Histeria e Inconsciente

Con estos temas ya estamos de lleno en materia psicoanalítica. En la serie vemos a un Freud defendiendo apasionadamente su teoría del inconsciente como cierre a su fracasada demostración de hipnosis. Muy elocuente, muy acabada… muy poco probable para quien recién se inicia en el camino de conceptualizar la histeria.

Transposición del futuro – una década – al momento en el que ocurre la serie, para mostrarnos a un personaje armado de saber, listo para enfrentar las aventuras que le esperan. Precisamente lo contrario del Freud de carne y hueso, uno que para la época empezaba a abrirse a la escucha de sus pacientes para formular esa las teorías por la que hoy en día todos lo conocemos.

Diciendo esto, me atrevo a sugerir que si algunos psicoanalistas se molestan con la serie antes de haberla visto, es porque ya intuyen que van a verse en el espejo de quien recorta a Freud con fines muy precisos y, quizás, a confrontarse con el hecho de que su recorte –  el mas estimado sobre cualquier otro – debe convivir con otros, como el de Netflix, donde se toman unas piezas que se mezclan con otras por el puro placer del entretenimiento.

Es solo una idea, para quien quiera considerarla. Al final queda de cada cual hacerse cargo de lo que le toca; de formularse su pregunta y de encontrar su respuesta. Yo por lo pronto noto que la serie no me enganchó como sí lo han hecho otras (¿Hay público interesado en hablar de Hunters o Tiger King?). A cada uno lo suyo.